Qué bonito es cuando uno disfruta lo que se come, tanto que a veces queremos que el plato que pedimos, nos dure mucho en la mesa y a veces hacemos como cuando éramos carajillos, que dejábamos lo mejor a un ladito del plato y nos lo comíamos al final... Hasta que un día mi papá metió mano en mi plato y se comenzó a comer los camarones porque pensaba que no los quería o la otra vez que alguien me dijo "solo la gente que nunca ha comido algo, deja lo mejor para el final" (¡que malos que podemos ser a veces!). Como les decía en un blog anterior, cuando uno sale de viaje para algún lado, recibe miles de recomendaciones, de lugares a los que uno debería ir, yo tenía el Maxis, y me recomendaron la Pecora Negra.
Del Maxis solo puedo decir que no me gustó, y no solo yo lo pensé, varios en mi grupo tuvieron la misma desagradable experiencia y por unanimidad "como que al rice n' beans le faltaron frijoles, ¿verdad?" o "que raro, este rice n' beans no sabe a rice n' beans" por no decir que no sabía a nada.
Gente, yo no soy experto en comida, pero a uno le gusta comer, y ya se va haciendo una idea de lo que son las cosas, un buen rice and beans debería tener una proporción entre arroz y frijoles, de... no sé, ¿70/30?, que el arroz y los frijoles no se vean tan sueltitos, sino por el contrario, que el caldito de los frijoles, que era espeso, creara una unión entre el arroz y los frijoles y que se note que ahí había sabor, chile, cebolla, hasta rastros de coco. Que se note que había amor.
Y no fue así, se rescataba el sabor de la opción de carne que uno pidiera, en mi caso, lo pedí con camarones, y probé las otras carnes de la mesa (eso es lo bueno de salir con más gente, uno puede meter la cuchara en los otros platos), estaban ricas, eran porciones sustanciosas. La ensalada que lo acompañaba ni por suerte tenía sabor y los patacones, pasaron sin pena ni gloria.
Si a esto le sumamos, que la atención de la mesera era mala, pues sepan que yo ahí no volveré. Del lado de los precios, si considero que están acorde a lo que se ofrece y no es para menos; el volumen de ventas que maneja este lugar debe ser inmenso, tanto que la gente hace fila y otros andan viendo a ver quién desocupa una mesa, este es un pequeño desorden que no viviré en futuras visitas a Puerto Viejo, porque voy a obviar este lugar.
Este fue el día que aproveché también para cenar en otro lugar que me recomendaron, La Pecora Negra, porque la pizza era muy buena, que el lugar era muy chiva... El lugar es encantador, estamos hablando de un local con mucha vegetación alrededor, luz tenue, en madera, da una sensación bien relajante. El chef y el mesero nos atienden muy bien (ellos no son ticos), tuvimos que esperar unos minutos mientras nos arreglaban la mesa porque al parecer, el lugar se había llenado recientemente y una vez instalados, nos presentan el menú y a lo que vinimos...
Los precios son un poco más altos que en otros lugares, uno puede pensar que por el hecho de ser un restaurante italiano, que posiblemente usen productos importados, el costo del local, etc. Pero están bien, talvez podríamos decir que es el gustito que uno se da durante el viaje. Las opciones de la mesa fueron de pastas, pizzas y uno por allá que quería probar otra cosa que no fueran pastas o pizzas.
Nos traen una entradita de cortesía, unos chips de focaccia (parece) y trocitos de pan, acompañados con un aderezo de aceitunas, alcaparras y ajo... ¡Delicioso! Podría seguir comiendo solo esto. Nos abren el apetito y nos crean expectativas de lo bueno que está por venir.
Lamentablemente, de las pizzas la única sorpresa fue que nos trajeron todas las que no habíamos pedido, errores de comunicación entre el chef y el mesero, pero cuando se les dijo sobre el problema, lo solucionaron a tiempo e incluso, por cortesía, nos prepararon un Risotto negro de calamares, que por sencillo estaba delicioso.
Se probaron 3 tipos de pizzas, una jamón y hongos, de la cual ni vale la pena hablar, porque es más de lo mismo, otra con alcachofas y vegetales, y la mejor de todas, con mariscos. Esta última si era una pizza excelente, con una buena cantidad de mariscos y una salsa de tomate exquisita.
El otro plato era un Atún acompañado con crema de zanahoria, que estaba muy bien cocido y de buen sabor. Los espaguettis, eran una buena porción y su sabor no era nada del otro mundo. Tal parece, y comentando luego con gente que ya ha visitado varias veces este restaurante, ciertamente, hay días en que la comida está increíble y otros, en que la cocina se vuelve un desastre. Sin embargo, cuando estabamos ahí, el local estaba lleno pero no inmanejable y para el tiempo que deben de tener en el mercado, la constancia en la calidad y sabor, debería ser una constante.
De los postres que se pidieron, el Tiramisú, que pudo estar mejor, con más sabor y menos cocoa en polvo, los Profiteroles si cumplieron con las expectativas, mucho chocolate y helado.
A este momento todavía no había probado el verdadero sabor caribeño, en mi mente solo oía "¿será posible que no logre experimentarlo?" ... sin embargo todavía faltaba un día.
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